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Estrés Infantil - Cura de la Depresión

        
     "¿Más nunca voy a ir al colegio?”, “¿Por qué no podemos salir?” Estas son algunas de las interrogantes a las que más de un padre ha tenido que buscar respuesta, producto de la situación irregular y el bombardeo de información que los más pequeños pueden percibir en algún punto de su vida.


Contrario a lo que se piensa, el estrés no es una enfermedad que sólo aqueja a los adultos. Se trata de un mal ineludible que experimentan las personas de todas las edades, ya que es provocado por circunstancias que requieren adaptación por parte del individuo y que a su vez crean una alteración emocional y/o física negativa. Aunque el estrés que padece un niño puede parecer insignificante para los adultos, sí es capaz de afectar la manera en que los infantes piensan, actúan y sienten.

Por lo general, los niños tienden a reflejar la realidad que les proporcionamos los adultos, reflejan lo que ven a su alrededor. No es de extrañar que tu pequeño sea víctima de tu propio estrés, de tu propia depresión. Si quieres conocer una cura eficaz y natural al estrés entonces visita este sitio:


DESAFÍOS A LA MEDIDA. No existe un único factor causante del estrés y mucho menos una respuesta única en todos los infantes. Ante el nacimiento de un nuevo hermanito, un niño puede presentar incapacidad para
controlar esfínteres, mientras que en otro caso es posible que aparezcan conductas agresivas. La reacción de cada niño obedece al grado de vulnerabilidad conformado por los recursos personales y ambientales de los que dispone como individuo. Los primeros se refieren a la edad, sexo, habilidades sociales, autoestima, entre otros. Los segundos tienen que ver con el nivel socioeconómico, ambiente familiar o estilos de crianza. 
La capacidad de enfrentar situaciones amenazantes varía en cada niño. Por eso, es imposible establecer una relación fija entre el agente causante del estrés y la reacción que provoca, ya que ésta puede ir desde el extremo de la adaptación hasta el polo opuesto de la desadaptación ante los requerimientos del medio. La experiencia previa, la educación y el apoyo que reciba el niño permiten que el pequeño responda de forma apropiada y cambie cuando las circunstancias lo exijan.

ALERTA AL CAMBIO. Lo más probable es que los niños no se den cuenta de que están estresados. Son sus representantes quienes deben estar atentos a cualquier trastorno en la conducta o alteración del estado físico del pequeño, especialmente si se ha visto sometido a una situación estresante. El padre o la madre no pueden hacer un diagnóstico de estrés, pero sí pueden identificar aquellos síntomas que el niño no presentaba anteriormente. Cuando un chico reporta pesadillas recurrentes, manifiesta cambios en hábitos alimentarios, siente miedo repentino a la oscuridad o se encuentra reacio a participar en actividades escolares, es motivo para que la familia analice el entorno del pequeño y trate de identificar qué situación está originando las variaciones en su organismo.

Aunque los padres no puedan predecir la forma en que un niño reaccionará ante un evento determinado, conviene que éstos conozcan los acontecimientos que con frecuencia son potencialmente estresantes durante la infancia, tales como las experiencias nuevas, miedo a los resultados impredecibles, sensaciones no placenteras, necesidades o deseos no satisfechos y pérdidas. Se aconseja confrontar a los niños con la realidad y no ocultarles información porque eso los podría confundir más. Aclarar y verbalizar es la mejor de las terapias. Tanto padres como maestros deben ser sinceros y saber explicar sólo lo que el niño pregunta. Siempre es bueno darle alguna esperanza, pero sin crear falsas expectativas que puedan desilusionarlo.

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